¿Vale la pena fomentar la lectura en el Perú?

Escribe: Luis Jaime Cisneros*

La campaña que para impulsar el Plan Lector ha emprendido el ministerio de Educación merece apoyo cierto y presuroso. No consiste en aplaudir la iniciativa, sino en ayudarla a desenvolverse por cauces adecuados. Por lo pronto, como toda campaña, exige tener una idea clara (y científicamente correcta) de qué es lo que se quiere impulsar. El plan lector busca despertar el interés, el hábito de la lectura. Ante todo, es necesario tener idea muy precisa de lo que la lectura significa. Por ahí se oyen encuestas y  proposiciones, críticas y consejos que requieren poner las cosas en claro. 

Leer es una operación compleja que requiere mucha atención. Estar atento  reclama una actitud de la inteligencia y una sana intención de comprender los textos. 

Si no hay comprensión de un texto, no hay lectura provechosa.  Apenas estamos en los inicios del plan Lector, y ya se oyen consejos y propaganda sobre la conveniencia (o la necesidad) de no desatender a la lectura rápida. En verdad, así no caminaremos rectamente. No se trata de comercializar el tema. 
La lectura veloz no asegura el aprovechamiento de lectura alguna. No es un método para aprender a leer, ni es una manera aconsejable de entrenarse en la comprensión de los textos.

Todavía hay quienes creen ingenuamente que el que sabe identificar las letras de un texto, ya sabe leer.  Y quienes creen que si se lee con un diccionario a la mano se aprovecha más la lectura. Hay que convencerse de que la lectura no busca identificar letras de un texto, ni siquiera reconocer significado de las palabras que ese texto encierra. Se trata de comprender el sentido de un texto. Y esa tarea no es fruto de la actividad de los ojos fisiológicos, sino de la atenta intervención de los ojos mentales. Leemos el sentido de un texto, y no el significado de las palabras que lo integran. Se lee en contexto. Y eso no requiere velocidad sino necesaria y meditada reflexión.  Meditar lo que vamos leyendo nos hace persona. 

¿Y por qué esta campaña lectora? ¿Se pondrá fin, de ese modo, a la crisis del sistema educativo, de que tanto se habla? ¿Mejorarán los conocimientos de matemáticas y lenguaje? ¿Acabará la deserción? Sí, hacen bien quienes se preguntan si es que la lectura es arma real de combate en un plan de emergencia educativa. Hay que preguntárselo para adelantar, de inmediato, la afirmativa respuesta. Está admitida una espesa niebla en el horizonte educativo. Y nadie duda de que nuestra educación se halla en emergencia. 

Pues bien, hay que aprender a abrirse paso en la emergencia. Y el movimiento inicial, el más urgente, está mirando el campo de la comunicación. 

Si no acertamos a comunicarnos, la oscuridad persistirá hasta confundirnos. Para que haya luz, necesitamos la palabra. Y para creer en el valor y en la eficacia de nuestra palabra, debemos aprender a apreciar y reconocer el valor de la palabra en los otros. Porque somos seres dialógicos. Mi lenguaje no tiene valor; su trabajo resulta ineficaz si no tengo frente a mí al prójimo con quien debo organizar nuestra vida en sociedad. La palabra escrita nos ayudará a buscar y a encontrar en nosotros mismos la voz apetecida que nos devuelva la confianza en la tarea pedagógica. Y la palabra escrita tiene vida asegurada, en el espacio y el tiempo, a través de la lectura. Por eso la lectura (y, por lo tanto, la palabra escrita) nos infundirá el necesario vigor para rescatar aquellos valores que constituyen los fundamentos de nuestra sociedad. 

Pueblo que no lee es pueblo que va perdiendo su perfil. ¿Acaso no podemos reflexionar y reconocer cuántos y cuáles han sido los factores que nos han llevado, durante estos últimos veinte años, a esta deleznable situación? Determinadas lecturas fueron alimentando la ideología del terror. La lectura es también instrumento de liberación. Habituarnos a la lectura nos irá devolviendo la seguridad para expresarnos. La seguridad para expresarnos irá afirmando en nosotros la voluntad de ser. Y en un país como el nuestro, el buen manejo de la expresión contribuirá a mejorar las vías de comunicación entre gobernantes y gobernados. Hay que ayudar a descubrir que la lectura es un elemento de liberación. 

Dos clases de estudiantes pueblan nuestras aulas: aquellos para quienes la lengua adquirida es el español, y aquellos para quienes el lenguaje adquirido no lo es, y para quienes el español resulta la segunda lengua. Por eso una política de lectura resulta clave para convertir a la lectura en instrumento de cohesión nacional. En Santa Cruz de la Sierra, hace apenas tres años, reunidos los jefes de Estado, rubricaron esta hermosa sentencia: “La lectura es un instrumento real para la inclusión social y un factor básico para el desarrollo social, cultural y económico de los países”. 

Este plan lector en que está empeñado el Ministerio de Educación merece, por mil razones, apoyo y consejo. Si logramos hacer de la lectura instrumento de socialización capaz de garantizar una viva conciencia de peruanidad, habremos conseguido un logro político trascendental: despertar la conciencia de una realidad panhispánica. Pero así como hay que estar alerta para no dejarse seducir por métodos que nada tienen que ver con los objetivos de la lectura, debemos asimismo cuidarnos de quienes se empeñan en proponernos modelos de textos de lectura. Una manera muy sencilla de iniciarse en la lectura, es acostumbrarse a leer el periódico. Se obtienen ventajas adicionales: el lector se informa de la realidad del mundo en que vive, lo que sirve para corroborar la ventaja que el lenguaje tiene de poder decir la verdad.

Tomado del correo personal (2006)
Luis Jaime Cisneros (1921-2011). Filólogo  y doctor en letras. Profesor universitario. 


                   
Luis Jaime Cisneros
Foto: tomada del blog http://bit.ly/1go78fV

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